Habitualmente, los adultos pedimos que nuestros hijos e hijas sean ordenados y nuestra frustración es constante cuando observamos el caos que invade su cuarto: juguetes, ropas, cuentos, etc., todos los espacios ocupados sin orden ni concierto. Dentro de los valores que debemos transmitir a nuestros pequeños, el orden sirve de base en la que deben apoyarse otros muchos valores importantes. Hablar de orden como valor incluye no sólo la ordenación material de las cosas, sino el orden de la persona en general que conduce al control y dominio de sí mismo, al equilibrio emocional, la organización de las ideas y del propio proyecto personal.
Los primeros años de vida son muy importantes para inculcar el orden porque los pequeños son más sensibles a este valor. La educación del orden comienza desde el mismo nacimiento, incluso antes, creando hábitos en los horarios de comida, de sueño, de higiene, etc., que son necesarios para su correcto desarrollo.
Por todo ello, te damos algunas ideas para trabajar el orden con los niños en la primera infancia, cómo afrontarlo, cómo participar y cómo disfrutar con ellos.
Antes de nada, lo más importante es participar con ellos en la actividad, no recoger los padres y el niño mira.
Marcar unos objetivos realistas y progresivos, siempre adaptados a la edad y capacidad del niño o la niña. Vamos dando autonomía poco a poco, trabajándolo despacio y a largo plazo (no es un valor/actitud plug and play).
Ordenar juntos puede convertirse en una actividad lúdica placentera, además el pequeño sentirá que sus padres lo apoyan.
Por ejemplo, dejar los zapatos siempre en el mismo lugar.
Podemos ir fijando rutinas asequibles e ir añadiendo objetivos con calma. Por ejemplo, al despertar: levantarse, ir al cuarto de baño, utilizar el inodoro, realizar el aseo corporal, ir a desayunar, cepillar los dientes, tomar la mochila o cartera del colegio (que siempre debe estar en el mismo lugar y el pequeño la habrá preparado la noche anterior) y salir de casa. Al regresar al mediodía y entrar en casa: saludos a los padres, cambiarse de ropa (si es oportuno), lavarse las manos, ayudar a poner la mesa y sentarse a comer. Igualmente se pueden establecer rutinas a la hora de acostarse, en la higiene corporal, para ir a jugar, etc. Estas rutinas de acciones encadenadas sirven para interiorizar el orden en la forma de vida y el niño o niña las realiza sin esfuerzo, sin recibir regaños por los olvidos y aumentando la seguridad en sí mismo porque sabe lo que debe hacer en cada momento.
Las cosas no salen al primer intento y se van perfeccionando con la práctica. Por ejemplo, podemos animarles a colocar los juguetes los primeros quince días. Cuando el niño o niña lo realice de forma habitual, añadir un nuevo objetivo como colocar la ropa y los zapatos.
Es vital reforzarlo con imputs positivos (aliento, reconocimiento etc, nunca premios materiales). ¡Muy bien, lo estás haciendo perfecto!, ¡El cuarto está muy ordenado!, ¡Estoy orgulloso de ti!, etc. Los gestos afectivos pueden ser valiosas recompensas.
Nadie es perfecto. Asumir nuestros errores, ofrece una lección de aceptación, comprensión, tolerancia y amor.
Ayudamos a nuestro hijo o hija a poner en orden su cuarto y de ese modo puede encontrar las cosas con rapidez. De la misma manera podemos ayudarle a establecer un orden en sus ideas y aprenderá a encontrar respuestas lógicas y coherentes.
Por último, recuerda que por mucho que realices con ellos todos estos consejos, lo más importante es la influencia que el niño recibe de su entorno. Lo cierto es que los pequeños habitualmente imitan el comportamiento de sus padres en vez de seguir las instrucciones de sus mensajes. Si deseamos fomentar el orden en nuestros hijos debemos comenzar por ofrecer un modelo adecuado para que lo emulen.