En torno a los dos años, nuestros pizquitos empiezan a conquistar su independencia, comienza su autonomía y se inicia a formar su incipiente personalidad. Te enseñamos algunos hábitos que empezarán a cambiar y algunos consejos que pueden resultarte útil a la hora de afrontar esta etapa de cambios:
Se inicia el control de esfínteres. En primer lugar, el niño debe estar preparado para ello a nivel físico, psicológico y emocional. Debemos hacerles protagonistas de sus progresos para que se sientan orgullosos de ellos.
La mejor ayuda del adulto debe ser un buen talante y la paciencia. Alentarles en este proceso les va a ayudar a conseguirlo con mayor facilidad e incidirá positivamente en su autoestima.
Son propios de esta edad y forman parte del desarrollo de su yo diferenciado.
En las rabietas lo mejor es guardar la calma por parte del adulto, intentar conectar con la emoción que se esconde detrás de ella, esperar a que pasen y acompañarles sin interferir. Cuando se acabe, lo mejor es tratar al niño con cariño y normalidad (sin restar o aumentar la importancia de dicha actitud) y, sobre todo, el rencor no nos conduce a nada.
Son propios de la edad. Tengamos en cuenta que aún confunden fantasía y realidad. No hay que obligar al niño a enfrentarse a ellos pues además de poco respetuoso con su sentir, podemos aumentarlos.
Podemos elogiar y premiar (no materialmente, sino alentándoles )sus esfuerzos y progresos.
No utilizar sus temores para controlar sus conductas, pues esto podría ocasionar más temor e inseguridad.
Se lo podemos plantear como un logro al ser mayores. Podemos hacerlos participar eligiendo el modelo de cama, los colores, el colchón, las sabanas de sus personajes favoritos etc.
Debemos mantener las mismas rutinas para antes de irnos a dormir que hasta ahora.
Si no lo hacíamos antes, no nos conviene acostarnos a su lado pues más adelante puede exigírnoslo .
La hora de irse a dormir tiene que seguir siendo algo importante para el niño. A esta edad remolonean e intentan retrasar el momento de quedarse solos en su habitación. Necesitan realizar todo un ritual antes de irse a dormir: Ponerse el pijama, colocar los juguetes, leer un cuento etc. La sensación de orden y repetición les aportará seguridad y les ayudará a desarrollar un buen hábito de sueño.
Son capaces de realizar por sí mismos los hábitos de aseo diario, empezando por los que entrañan menos dificultad y colaborando en los de mayor dificultad. Ya pueden lavarse y secarse las manos, la cara y limpiarse los dientes.
Para ello nuestra ayuda es importante, recordárselo y practicar con ellos les ayudará a incorporarlo a su rutina y que pase a formar parte de sus hábitos de higiene y salud para su vida.
Todavía no conviene que se bañe solo, pero sí puede ir colaborando en desvestirse, enjabonarse, aclararse con el agua y secarse con nuestra ayuda.
Ya quiere y puede vestirse solo (tarda un poco más pero lo logrará ).
También puede desvestirse solo y llevar la ropa a lavar. Puede ponerse solo las prendas de vestir más fáciles para sus destrezas que tengan cremalleras, velcro etc, y nosotros ayudarles con botones.
Aún no diferencian el calzado derecho e izquierdo, podemos indicarles o crear estrategias con ellos para que las equivocaciones sean cada vez menos. Si en lugar de cordones, son de velcro se sentirán más autónomos y se sentirán capaces.
En general, con todos estos consejos hay que precisar que hay que llevarlos a cabo con cada niño de forma individualizada, en función de sus características, su nivel madurativo y su realidad.
Siempre ha de ser bajo la premisa de una intervención «respetuosa», acompañándole y alentándole en sus logros. Bajo el prisma de la realidad y necesidades del niño, no desde el prisma del adulto. Para ellos cada uno de estos pasos son grandes logros y debemos intentar acercarnos a la realidad del niño, a través de sus ojos, su experiencia, sus deseos y necesidades.