La felicidad infantil tiene mecanismos más sencillos de los que pensamos

Escuela Infantil Pizquito: Nuestra relación con las familias es clave para una educación de calidad
3 junio, 2024
El comedor de Pizquito: alimentar también es educar
8 julio, 2024

La felicidad infantil tiene un mecanismo mucho más sencillo de lo que pudiéramos imaginar. Son muchos los que piensan que un niño es feliz si tiene muchos juguetes, si se le dan muchos caprichos y si tiene pocas rabietas. Pero lo cierto es que la verdadera felicidad de estos pequeños es mucho más barata y más fácil de conseguir que todo eso.

En la actual sociedad ‘de las prisas’ vemos a padres que intentan suplir la falta de conciliación familiar con regalos materiales con los que esperan que sus hijos ‘perdonen’ el poco tiempo que pasan junto a ellos. Y, en el momento en el que tienen un poco de tiempo libre para dedicarlo, llenan la agenda de planes o se mantienen pegados a la pantalla de un teléfono móvil mientras el niño juega; esto es justamente lo que se denomina crianza distraída.

Sin embargo, párate a reflexionar sobre tu infancia: ¿cuáles son los recuerdos más nítidos que tienes de ella? Si alguien te preguntase por una cosa que te hizo feliz de niño, ¿qué es lo primero que se te vendría a la mente?

La felicidad infantil no se compra con dinero

Es precisamente esto último uno de los pilares más importantes de la felicidad infantil, según la ciencia y los mayores expertos de la felicidad. Pasar tiempo de calidad con sus figuras de apego hace felices a los niños.

Esta fue la conclusión a la que llegó, de hecho, el mayor estudio sobre felicidad. Denominado Harvard Study of Adult Development, concluyó que el motor de una vida feliz no es el yo, sino nuestra conexión con los demás.

“Amar a nuestros hijos toma muchas formas, como atender sus necesidades físicas y emocionales, brindarles un entorno familiar estable y seguro, mostrar afecto, respetar sus personalidades individuales, interesarse genuinamente en sus vidas, hablar sobre las cosas que importan y afirmar sus esfuerzos y logros”, decía un profesor de la Universidad de Harvard al respecto.

El juego: el otro pilar de la felicidad de los niños

El derecho al juego está definido como tal en el artículo 31 de la Convención sobre los derechos del niño. En concreto, dice que “Los estados partes reconocen el derecho del niño y de la niña al descanso y esparcimiento, al juego y a las actividades recreativas propias de su edad y a participar libremente en la vida cultural y en las artes”.

Lo que dicen no es ni baladí, ni sin importancia. El juego es el principal vehículo de aprendizaje infantil. ¿Qué significa esto? Que los niños aprenden a través de él y que jugando son felices.

Pero no solo eso, el juego es el hábito perfecto para fortalecer la salud mental de los más pequeños. Así lo concluyó un estudio llevado a cabo por la Fundación LEGO y Unicef: “Las pruebas sugieren que el aprendizaje a través del juego está relacionado con los sentimientos de emociones positivas de los niños, como su experiencia de alegría en relación con el aprendizaje”.

La importancia del afecto para los niños

El poder que un abrazo y un beso tienen sobre los niños es algo que la ciencia también ha demostrado a lo largo de la historia. Sin ir más lejos, un estudio publicado en la revista Journal of Epidemiology & Community Health afirmó que las personas que habían sentido afecto en su niñez tenían niveles más bajos de ansiedad durante la etapa adulta. Además, son perfectos para tranquilizar a los niños, para ayudar a que se sientan seguros, permitirles ser felices y para ayudarles a dormir mejor.

En conclusión, la felicidad infantil encuentra sus cimientos en elementos simples pero poderosos: la conexión emocional con la familia, el juego como vehículo de aprendizaje y salud mental, y el afecto tangible expresado a través de muestras de cariño. Estos aspectos destacan la importancia de cultivar relaciones profundas y momentos significativos en la infancia para construir una base sólida para la felicidad a lo largo de la vida. Acuérdate también de respetar el ritmo de desarrollo de cada niño, puesto que cada uno lleva el suyo y no hay que forzarlos a nada. ¡No lo olvides!

Fuente: serpadres.es