Esta semana despedimos a nuestra cocinera Cruci, que lleva en Pizquito desde hace 23 años. En poco tiempo su buen hacer y seriedad la hizo dueña del estómago de nuestra escuela y se transformó en su corazón. Un mujer que ha estado siempre interesada en mejorar, aprender y aplicar mejoras en nuestro menú para sus “niñitos”, pero es que sus “niñitos” no eran sólo nuestros alumnos y alumnas, lo éramos todos y todo el que pasaba por allí.
Cruci no sólo ha sido nuestra cocinera, ha sido también consuelo, apoyo, ánimo, aliento y lucha; y todo ello envuelto en un enorme corazón perfectamente sazonado de cariño y cocinado a fuego lento del día a día.
Haciendo respetar su espacio (su cocina), ha seguido los protocolos higiénico-sanitarios con una sola mirada, donde no sólo éramos nosotros los que teníamos que pedir permiso para entrar en su reino, también lo tenía que hacer el inspector de sanidad en todas sus visitas para ella contestar “Claro, mi niño”. Para eso hay que ser muy grande, pero no de tamaño, sino de moralidad y seriedad.
Es nuestra gran cocinera por muchas razones, pero las fundamentales son por frases como: “El purecito de mis niños se hace con verduras y con cariño para que quede bueno”. Se es mejor cocinera cuando se le dice a un proveedor en un fallo “Eso se lo lleva y me trae otro rapidito, que eso yo no se lo doy a mis niños, ¿usted se lo comería? Pues mis niños no”. Sin duda, una gran cocinera es aquella que sabe que hoy tocan churros de pescado y te avisa a las 10:30 para que los pruebes. Y, también, es esa señora que cada vez que cambiábamos un plato lo hacía en prueba unas cuantas veces hasta encontrar el equilibrio del gusto de sus “niñitos”, poniendo Radio María con su misa y su rosario, que no hay quien le replique.
Todos sabemos de su fe y bondad que canaliza así, pero también pensamos que a veces lo hace para que no la volvamos loca hablando.
Cruci, nos quedamos con lo mejor, con tu saber hacer, con tu talante, con tu bondad, con tu constancia, tu espíritu de superación y de excelencia. Nos dejas buenas y grandes enseñanzas, y nos dejas a tus discípulas formadas por ti (especialmente a tu Pris). Seguiremos viéndote ir a llevar y recoger a tus nietos. Con tu sabiduría y socarronería de canariona de Las Lagunetas, echa un ojo a todo y sigue ayudándonos a mejorar porque esta sigue siendo tu casa.
Gustavo Hernández, director de Pizquito.