El cambio de hora puede volver más irritables a los pequeños y más apáticos y ariscos a los mayores. Algunas medidas ayudan a minimizar los efectos del aumento de oscuridad en adultos, niños y bebés.
Los niños sufren las consecuencias del cambio horario y la falta de luz. Adaptarse al nuevo ritmo de sueño y de comidas les costará unos días, sobre todo a los peques de 0 a 3 años.
Los días más cortos y las noches más largas afectan directamente a nuestra personalidad. Algunas personas tienen dificultades para conciliar el sueño y para despertarse durante unos días. Además, debido al menor número de horas de luz, 7 de cada 10 personas afirman que se sienten más tristes. También podemos sentirnos más irritables y ariscos. Afortunadamente, los efectos pasan en pocos días.
Para superar esta tristeza invernal, los expertos aconsejan deporte, ocio, aire libre y luz.
La luz solar es fundamental para sintetizar vitaminas y, en general, nos dota de optimismo a la hora de enfrentar las rutinas diarias, además, sus beneficios son múltiples: la vitamina D que se ve potenciada por la exposición al sol aumenta, lo que hace aumentar nuestro sistema inmunológico y luchamos mejor contra las posibles infecciones; esta misma vitamina también estimula absorción del calcio lo que favorece unos huesos más fuertes y sanos.
En cuanto al sueño, la exposición a la luz natural nos ayuda a mantener el ciclo de sueño y vigilia, ya que el nervio óptico, durante las horas de sol, envía un mensaje a la glándula que produce melatonina, una hormona asociada con la aparición del sueño. Esta glándula segrega menos cantidad de melatonina durante las horas de luz y cuando comienza a anochecer se inicia un aumento de producción por lo que se pueden descompensar los ciclos de sueño-vigilia.
Fuente: elpais.com, bebesymas.com, serpadres.es