Para Amy Morin, psicóloga y terapeuta familiar, experta en fortaleza mental y reconocida internacionalmente por su superventas «13 cosas que las personas mentalmente fuertes no hacen», las claves para educar a niños mentalmente fuertes son, en resumen, estas cinco:
El entrenamiento mental es la clave para la consecución de los objetivos, no solo para los niños, sino también los adultos. A partir de aquí, al igual que les dictamos a los niños cuando es la hora del baño, de vestirse o de lavarse los dientes, la psicóloga recomienda un espacio de tiempo para entrenar la fortaleza mental. ¿Cómo? Practicar la gratitud en familia o centrarse en el momento presente, y sin agobios, constituye el primer paso, más allá de tener claro cuando es necesaria la visita a un psicólogo en el caso de que se pudiera requerir.
Este es el punto más relevante porque constituye el más efectivo a la hora de lograr fortaleza mental, pero quizás sea el más complejo de todos. Aparte de «enfadado», «contento” o “emocionado”, la experta asegura que la mayoría de los padres rara vez mencionan la palabra sentimientos y, en consecuencia, los niños no están aprendiendo a identificarlos ni a adquirir las habilidades necesarias para enfrentarlos.
Todos necesitamos fuerza mental en la vida, por lo que a los más pequeños hay que dejarles que experimenten algunos de los problemas familiares en los que puedan estar involucrados para que, precisamente, se impliquen, participen y colaboren en su resolución. Esta una de las mejores estrategias para volverse más fuertes, no solo los niños, sino convertir los posibles errores, en momentos de enseñanza y aprendizaje.
Cuando tu hijo expresa dudas respecto de sí mismo, y comenta, por ejemplo “No soy capaz de hablar en público en clase”, o expresan una culpa excesiva, hablan de forma catastrófica o tienen pensamientos muy negativos, una estrategia es enseñarles a pensar de manera diferente o no tan dramática.
Los niños necesitan saber que pueden comportarse, a veces, en contra de sus sentimientos, pero sin omitirlos, por supuesto. De hecho, su comportamiento puede cambiar sus propios sentimientos, y si, por ejemplo, han tenido un mal día en el colegio, siempre se puede elegir hacer algo que le haga sentir mucho mejor y distraerse.
Así, al igual que en el punto anterior, la clave está en intentar ser un buen ejemplo a seguir y mostrarle a su hijo que, a veces, uno mismo puede comportarse en contra de sus propios sentimientos, por muy desagradables que sean.