Tus hijos no serán pequeños para siempre. Sin duda, se trata de una realidad irrefutable. Por ello, cuando son pequeños, hay que aprovechar para crear un vínculo que perdure durante toda la vida. Incluso cuando adquieran la independencia que no tienen actualmente. Prestarles atención es la única forma de crear recuerdos imborrables y de sentir que se ha aprovechado el tiempo con ellos.
Cuando un niño es pequeño, necesita a su madre en todo momento. Al principio, la requiere para alimentarse mediante la lactancia y hasta para quedarse dormido. Su voz y su contacto corporal lo reconfortan y hacen sentir tranquilo.
Sin embargo, conforme pasan los años, los niños se despegan poco a poco de sus madres. Esto es especialmente evidente cuando empiezan a andar y a hablar, momento en que también comienzan a disfrutar de algunos juegos individuales.
Posteriormente, llega el momento de ir a la guardería y, a continuación, al colegio. Los niños empiezan a hacer amigos y a pasar muchas horas fuera de casa. Una situación que se agrava cuando llega la adolescencia, que es la fase en la que demandan las mayores cotas de independencia.
Llegados a ese punto en el que la mayoría de los niños prefiere pasar más tiempo con sus amigos que con sus padres, no hay vuelta atrás. La adultez está a la vuelta de la esquina y, con ella, su independencia definitiva. Por ello, es importante haberles prestado anteriormente la máxima atención posible.
Hay que considerar que la interacción con los padres marca en buena medida la configuración de la personalidad del niño durante las primeras etapas de su vida. En este sentido, mantener una relación estrecha hará que comprendan que los padres son las personas en las que más pueden confiar en el mundo. Así, en el futuro, acudirán a ellos para obtener consejo y desahogarse cuando sea necesario.
También está el caso contrario, es decir, aquel donde no se le ha prestado la suficiente atención al niño. Esto hará que, cuando crezca, esconda sus emociones y se muestre más alejado de sus figuras paternas. Además, un hijo que ha recibido la suficiente atención suele mostrar una mayor autoestima y confianza en sí mismo. Es decir, se convertirá en un adulto más sano a nivel psicológico y con una mayor facilidad para desarrollarse como persona. Dicho de otro modo, será más feliz.
Es de vital importancia comprender que tus hijos no serán pequeños para siempre y que la etapa tan bonita de la maternidad y la paternidad en sus primeros años no volverá jamás. Por ello, cuando todavía son pequeños, es necesario prestar atención a los hijos. Se trata de un aspecto clave para educarlos con amor, enseñarles buenos valores y crear junto a ellos recuerdos inolvidables que establezcan entre ambos un vínculo emocional imperecedero. Tanto el niño cuando sea mayor como sus padres lo agradecerán, y mucho, en el futuro.